Sichra nos habla de varios problemas en las políticas lingüísticas que se desarrollan en diferentes países. Explica que a menudo hay, por ejemplo, un reduccionismo de pueblos indígenas a solo sus lenguas, un enclaustramiento de las políticas a lo educativo, etc. Por lo tanto, que estas políticas no tienen un valor significativo real.
Sichra manifiesta que, por ejemplo, en Bolivia la política de facto es de etnocidio y genocidio. A pesar de que ha sido creado el Instituto Plurinacional de Estudios de Lenguas y Culturas, no ha habido un trabajo realmente productivo. Además, la educación, aunque plurilingüe, se ha concentrado demasiado en reforzar lo normativo, lo prescriptivo, y la lengua escrita en vez de la oral.
Además de esto, ha habido una serie de paquetazos en la nación andina, en las que tierras indígenas han sido arrebatadas. Para las comunidades indígenas, esta pérdida de territorio significa también pérdida de la lengua, pues estos son territorios vivos de pueblos vivos. Como solución a estos problemas, Sichra propone que se tenga en cuenta las lenguas minoritarias, que se acepte a la lengua, cultura y condiciones de vida como aspectos superpuestos e interrelacionados, y que se vaya más allá de lo prescriptivo, hacia lo real.
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